Barcelona Shemale Escort Review: Tailandia - Haciendo el trenecito con dos ladyboys tailandesas.
Autor: maciste
Enero de 2009. Tras una pantagruélica cena en el copioso buffet del Marriot Hotel de Bangkog, bien regada con un buen caldo australiano, y dando bocanadas a un sabroso habano que compré en el aeropuerto de Barajas antes de iniciar mi periplo asiático. Sumergido en el caos de la capital thailandesa, sorteando automóviles, tu-tus, puestos de comida rápida y frituras de saltamontes y gusanos. En la oscuridad de la noche con fondo de neón, estoy llegando a NANA. Se trata de una plazoleta que me recuerda la plaza redonda de Valencia. Pero a la que no voy a comprar libros viejos, ni sellos, ni a intercambiar cromos de futbolistas, sino en busca de emociones fuertes, y en la que no hay chocolaterías ni churrerías, sino un complejo entramado de bares y garitos, repletos de prostitutas y travestidos.
Ladyboys, travestis, transexuales operados y gays afeminados que se mueven, unos con ton, y otras sin son, sobre tarimas. Exponiendo sus cuerpos medio desnudos, y que se distinguen por el número diferente que contiene el cartel que les pende del cuello. Todo este barullo ante una fauna viciosa de turistas de medio mundo, entre los cuales me encuentro. Muchedumbre compuesta por alemanes de barrigota cervecera, británicos medio borrachos o japoneses sonrientes y desdentados. Es la Babilonia bíblica, la gran ramera.
Como ya soy pájaro viejo y no me gustan ni como son (bajitas y planas) ni como follan, las putas thailandesas, las cuales sólo sirven para darte un masaje con el complemento de la pajita(ñan ñan) o la mamadita (boom boom). Subo a la primera planta del conjunto de locales, en donde por precedentes experiencias sé que voy a hallar lindas "lady boys", o sea, mujeres con colita.
Prescindo de narrar como me las ligo con mi chapucero inglés, aprendido en un colegio de curas pajilleros y pedófilos. Lo que además carece de mérito llevando una cartera potente con 2000 bags, 500 por cada chica para el local y 500 para cada una. Pues como no son muy rollizas me llevo un par al peso, como veis es todo puro romanticismo. Een dólares, me sale la fiesta por unos 70 dólares. Así que nos vamos todos caminito de mi hotel, ya que no me gusta follar en tugurios sórdidos, sucios, y a oscuras, en donde te pueden dar gato por polla.
Como soy previsor, ya tengo localizada la puerta lateral y más discreta. Por donde entrar a las cathoí en el establecimiento hostelero, no por pudor, sino para que el conserje aprovechado no me haga soltar 20 dólares más.
Mi previsión se extiende a tener la habitación recogida, no sea que alguna sea una choriza, y todo lo de valor incluyendo pasaporte en la caja fuerte. Por supuesto el mini bar controlado, no sea que me manguen las botellitas de red label, o les dé por descorchar el champagne francés. Así que para evitar tentaciones las mando al baño, a la ducha ambas, que se queden en pelotas antes que yo, y a frotarse un poquito con las esponjas.
No os he dicho como eran, la verdad es que ya no me acuerdo muy bien, pero os puedo decir que más altas que las mujeres bío, delgadas, sumisas, con pechos pequeñitos o pechos limoneros, y que intentaban agradar e implicarse. Pero que nadie se piense en este país de Indochina pillar a una Bía Spencer o a una Roberta Lima.
Tras dejar mi ropa perfectamente colocada en el interior del armario, me sumo a la fiesta, y ya desnudo, entro en la ducha. Dónde estamos comenzando así los juegos eróticos: una tocadita de pollita, unos besitos con lengüita, mordisquitos a los lóbulos, chupaditas a los pezones...
La cosa se empieza a animar, y ya me siento con el arma montada como un Rambo "español". Las niñas comienzan a excitarse, y sus pequeños penes se estiran hasta alcanzar un calibre aceptable. Se sorprenden del tamaño que alcanza mi verga, claro que comparada con la suya ya se pueden sorprender, y es que hay que tener en cuenta que no son travestis brasileñas sino travestis siamesas.
Una vez sequitos y sin que baje la excitación conseguida, nos tumbamos en el pedazo de king size de my room. Ambos pececitos se entregan a chuparme, lamerme, comerme, besarme, mordisquearme. Sus cuatro manos lo mismo me acaricia el escroto, que masajean mi musculos, o dejan que sus dedos se pierdan más allá de mi sexo y atraviesen mi ano, todo con delicadeza y cuidado. Son verdaderas geisas.
Sus bocas encuentran el punto de comunión en mis genitales, mientras una engulle mi prepucio, otra me moja con su lengua los testículos, y si me contorneo se desliza hacia el peritoneo, provocándome una sensación de placer tan difícil de olvidar.
Una de ellas me propone hacer el trenecito, y post enfundarnos los protectores, me encuentro follando a la transexual más femenina por el culo. Mientras que la que mantiene más erecta su dotación, me penetra con suavidad.
Así estamos un buen rato, hasta que la ladyboy a la que estoy montando se me corre entre los dedos. La otra saca su polla de mi culo, y eyacula en la boca de su compañera. Yo me levanto y les suelto un chorreón de horchata valenciana en la cara, inundando sus ojos achinados y sus bocas serviles. Qué bien me siento. No sé si soy Rambo, un samuraí, o el mayor putero sodomita plenamente realizado. ¿Seré tal vez Aníbal el caníbal? Qué sensación de poderío....yeahhhh.
Finalizada la orgiástica sesión, invito a las ladyboys a abandonar mi habitación. Una me pide quedarse a dormir, pero con esta subida de testosterona, prefiero dormir con mi libro, así que bye bye ladys.
Espero que os haya gustado foreros. Así es Bangkog.
Enero de 2009. Tras una pantagruélica cena en el copioso buffet del Marriot Hotel de Bangkog, bien regada con un buen caldo australiano, y dando bocanadas a un sabroso habano que compré en el aeropuerto de Barajas antes de iniciar mi periplo asiático. Sumergido en el caos de la capital thailandesa, sorteando automóviles, tu-tus, puestos de comida rápida y frituras de saltamontes y gusanos. En la oscuridad de la noche con fondo de neón, estoy llegando a NANA. Se trata de una plazoleta que me recuerda la plaza redonda de Valencia. Pero a la que no voy a comprar libros viejos, ni sellos, ni a intercambiar cromos de futbolistas, sino en busca de emociones fuertes, y en la que no hay chocolaterías ni churrerías, sino un complejo entramado de bares y garitos, repletos de prostitutas y travestidos.
Ladyboys, travestis, transexuales operados y gays afeminados que se mueven, unos con ton, y otras sin son, sobre tarimas. Exponiendo sus cuerpos medio desnudos, y que se distinguen por el número diferente que contiene el cartel que les pende del cuello. Todo este barullo ante una fauna viciosa de turistas de medio mundo, entre los cuales me encuentro. Muchedumbre compuesta por alemanes de barrigota cervecera, británicos medio borrachos o japoneses sonrientes y desdentados. Es la Babilonia bíblica, la gran ramera.
Como ya soy pájaro viejo y no me gustan ni como son (bajitas y planas) ni como follan, las putas thailandesas, las cuales sólo sirven para darte un masaje con el complemento de la pajita(ñan ñan) o la mamadita (boom boom). Subo a la primera planta del conjunto de locales, en donde por precedentes experiencias sé que voy a hallar lindas "lady boys", o sea, mujeres con colita.
Prescindo de narrar como me las ligo con mi chapucero inglés, aprendido en un colegio de curas pajilleros y pedófilos. Lo que además carece de mérito llevando una cartera potente con 2000 bags, 500 por cada chica para el local y 500 para cada una. Pues como no son muy rollizas me llevo un par al peso, como veis es todo puro romanticismo. Een dólares, me sale la fiesta por unos 70 dólares. Así que nos vamos todos caminito de mi hotel, ya que no me gusta follar en tugurios sórdidos, sucios, y a oscuras, en donde te pueden dar gato por polla.
Como soy previsor, ya tengo localizada la puerta lateral y más discreta. Por donde entrar a las cathoí en el establecimiento hostelero, no por pudor, sino para que el conserje aprovechado no me haga soltar 20 dólares más.
Mi previsión se extiende a tener la habitación recogida, no sea que alguna sea una choriza, y todo lo de valor incluyendo pasaporte en la caja fuerte. Por supuesto el mini bar controlado, no sea que me manguen las botellitas de red label, o les dé por descorchar el champagne francés. Así que para evitar tentaciones las mando al baño, a la ducha ambas, que se queden en pelotas antes que yo, y a frotarse un poquito con las esponjas.
No os he dicho como eran, la verdad es que ya no me acuerdo muy bien, pero os puedo decir que más altas que las mujeres bío, delgadas, sumisas, con pechos pequeñitos o pechos limoneros, y que intentaban agradar e implicarse. Pero que nadie se piense en este país de Indochina pillar a una Bía Spencer o a una Roberta Lima.
Tras dejar mi ropa perfectamente colocada en el interior del armario, me sumo a la fiesta, y ya desnudo, entro en la ducha. Dónde estamos comenzando así los juegos eróticos: una tocadita de pollita, unos besitos con lengüita, mordisquitos a los lóbulos, chupaditas a los pezones...
La cosa se empieza a animar, y ya me siento con el arma montada como un Rambo "español". Las niñas comienzan a excitarse, y sus pequeños penes se estiran hasta alcanzar un calibre aceptable. Se sorprenden del tamaño que alcanza mi verga, claro que comparada con la suya ya se pueden sorprender, y es que hay que tener en cuenta que no son travestis brasileñas sino travestis siamesas.
Una vez sequitos y sin que baje la excitación conseguida, nos tumbamos en el pedazo de king size de my room. Ambos pececitos se entregan a chuparme, lamerme, comerme, besarme, mordisquearme. Sus cuatro manos lo mismo me acaricia el escroto, que masajean mi musculos, o dejan que sus dedos se pierdan más allá de mi sexo y atraviesen mi ano, todo con delicadeza y cuidado. Son verdaderas geisas.
Sus bocas encuentran el punto de comunión en mis genitales, mientras una engulle mi prepucio, otra me moja con su lengua los testículos, y si me contorneo se desliza hacia el peritoneo, provocándome una sensación de placer tan difícil de olvidar.
Una de ellas me propone hacer el trenecito, y post enfundarnos los protectores, me encuentro follando a la transexual más femenina por el culo. Mientras que la que mantiene más erecta su dotación, me penetra con suavidad.
Así estamos un buen rato, hasta que la ladyboy a la que estoy montando se me corre entre los dedos. La otra saca su polla de mi culo, y eyacula en la boca de su compañera. Yo me levanto y les suelto un chorreón de horchata valenciana en la cara, inundando sus ojos achinados y sus bocas serviles. Qué bien me siento. No sé si soy Rambo, un samuraí, o el mayor putero sodomita plenamente realizado. ¿Seré tal vez Aníbal el caníbal? Qué sensación de poderío....yeahhhh.
Finalizada la orgiástica sesión, invito a las ladyboys a abandonar mi habitación. Una me pide quedarse a dormir, pero con esta subida de testosterona, prefiero dormir con mi libro, así que bye bye ladys.
Espero que os haya gustado foreros. Así es Bangkog.
Added on November 14, 2017 at 12:00 am